
El arte del tiempo en el vino
En el mundo del vino, el tiempo no es un simple reloj: es un escultor que transforma aromas, colores y texturas. En Bodegas Ochagavía, cada tinto tiene su propio recorrido, desde la frescura y vivacidad de un joven, pasando por la madurez y equilibrio de un crianza, hasta la profundidad y complejidad de un reserva.
Vino joven: frescura y expresión pura de la fruta
El vino joven se embotella pocos meses después de la fermentación, sin crianza en barrica o con muy breve paso por madera.
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Aromas: fruta roja fresca, notas florales y toques ligeros herbáceos.
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En boca: acidez viva, cuerpo ligero y paso ágil.
Ideal para maridar con tapas, platos ligeros y momentos informales.
Crianza: equilibrio entre fruta y madera
El crianza madura al menos 12 meses en barrica y 12 más en botella.
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Aromas: fruta madura, vainilla, especias suaves y ligeros tostados.
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En boca: cuerpo medio, taninos pulidos y persistencia media-larga.
Perfecto para carnes blancas, guisos ligeros o quesos semicurados.
Reserva: complejidad y elegancia
Un reserva pasa mínimo 12 meses en barrica y 24 en botella antes de salir al mercado.
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Aromas: fruta negra madura, cuero, cacao, regaliz y notas balsámicas.
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En boca: taninos redondos, gran estructura y final largo.
Marida con carnes rojas, caza y platos de alta cocina.
Comparar para aprender
Servir las tres versiones de un mismo vino en paralelo es una experiencia sensorial que permite apreciar cómo la madera, el tiempo y el reposo moldean su carácter. El color se intensifica y oscurece, los aromas se vuelven más complejos y la textura gana suavidad y elegancia.
Conclusión
La evolución del vino es un viaje que merece ser explorado. En Bodegas Ochagavía, cada estilo cuenta una historia distinta, pero todos comparten el mismo origen: viñedos cuidados con pasión y respeto por la tierra. Probar joven, crianza y reserva es descubrir tres capítulos de una misma novela.