
El suelo: la base de la personalidad de un vino
El vino no nace solo de la uva, sino también del entorno que la nutre. En viticultura, el concepto de terroir engloba clima, topografía y, sobre todo, el suelo. En Bodegas Ochagavía cuidamos parcelas con características diversas, y cada tipo de suelo aporta matices únicos al resultado final.
Suelos arcillosos: cuerpo y estructura
Los suelos arcillosos, comunes en Rioja, retienen muy bien el agua. Esto permite que la vid mantenga un desarrollo equilibrado incluso en épocas secas. El resultado son vinos con cuerpo potente, taninos firmes y buena capacidad de envejecimiento, ideales para crianzas largas en barrica.
Suelos arenosos: frescura y finura
Los terrenos arenosos favorecen un drenaje excelente, lo que obliga a las raíces a profundizar más en busca de agua. Esta lucha aporta a la uva mayor concentración aromática. Los vinos obtenidos muestran aromas florales y frutales intensos, frescura en boca y taninos suaves, perfectos para vinos jóvenes y afrutados.
Suelos calizos: elegancia y mineralidad
La caliza aporta al vino un carácter inconfundible. Los suelos calcáreos transmiten notas minerales, buena acidez y elegancia estructural. Gracias a este equilibrio, los vinos procedentes de estas parcelas se distinguen por su longevidad y por un perfil aromático complejo, con matices que evolucionan en botella durante años.
La riqueza de la mezcla en Rioja
En Rioja, y en particular en los viñedos que trabajamos en Ochagavía, es común encontrar combinaciones de arcilla, arena y caliza en una misma zona. Esta diversidad se traduce en vinos complejos, donde la potencia, la frescura y la elegancia se dan la mano.
Conclusión
El suelo es mucho más que un soporte físico: es el origen de la personalidad y autenticidad de cada vino. En Bodegas Ochagavía, respetamos y valoramos esta diversidad para que cada botella cuente la historia de la tierra que la vio nacer.