Una vez elaborado el vino este, bien sea destinado a un consumo joven o destinado a una mayor guarda, deberá ser sometido a una menor o mayor crianza para poder hacerlos, en definitiva, ‘bebibles’.
La crianza es un proceso de envejecimiento de cierta duración, donde el vino evoluciona, modifica y mejora sus características debido a fenómenos de origen físico, químico y biológico. Son muy pocos los vinos que salen al mercado para su consumo inmediatamente después de su elaboración sin ser sometidos a un mínimo periodo de reposo, bien sea en barrica, depósitos de inox o en la propia botella.
Asimimo, no existe un solo tipo de crianza aplicable a los vinos, si no que ésta puede ser realizada en distintos envases y por lo tanto sometida a diferentes condiciones de envejecimiento, donde destacan especialmente los niveles de oxidación o de reducción, pudiendo entonces clasificarse según las siguientes categorías: oxidativa (cuando el oxígeno entra en contacto con el vino), reductora (cuando la ausencia de oxígeno -en la botella principalmente- es la que hace evolucionar al vino) y biológica (en la que organismos vivos -levaduras- modifican las características del vino, como en generosos, espumosos, …)