
La pruína: mucho más que un “polvillo”
Si alguna vez has paseado por un viñedo o visto una uva recién vendimiada, probablemente hayas notado una especie de polvo blanco sobre su piel. Este polvo no es suciedad ni señal de deterioro: se llama pruína y es una capa natural que juega un papel crucial en la calidad del vino.
En Bodegas Ochagavía, valoramos y protegemos esta pruína, ya que es símbolo de una uva sana, bien cuidada y cosechada en el momento justo.
¿Qué es exactamente la pruína?
La pruína es una película cerosa natural que recubre el hollejo de las uvas. Actúa como una barrera protectora contra:
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La deshidratación de la uva, ayudando a conservar su jugo.
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Las enfermedades fúngicas, al dificultar la entrada de patógenos.
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La radiación solar, equilibrando la maduración en zonas soleadas.
Además, en uvas tintas, ayuda a preservar los compuestos fenólicos responsables del color, sabor y aroma.
Su valor en la vinificación
La pruína también tiene una función fundamental en la fermentación:
✔️ Es el lugar donde se encuentran levaduras silvestres, esenciales para iniciar procesos espontáneos de fermentación en vinificación natural o ecológica.
✔️ Indica que las uvas no han sido lavadas ni manipuladas en exceso, conservando su carácter varietal y microbiota natural.
En nuestras bodegas, donde cuidamos cada racimo desde la cepa hasta la copa, ver una uva cubierta de pruína es señal de buena salud y vendimia bien programada.
¿Cuándo desaparece?
Durante la recolección y el transporte, es normal que la pruína se pierda parcialmente por el roce. Sin embargo, esto no afecta la calidad si el momento de la vendimia ha sido el adecuado y el transporte cuidadoso.
¿Cómo conservarla?
En Bodegas Ochagavía seguimos prácticas respetuosas con la uva para mantener su pruína:
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Vendimia manual y nocturna, para reducir el estrés térmico.
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Manipulación mínima en campo y bodega.
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Transporte rápido y sin excesiva agitación.
Una capa que lo dice todo
Observar la pruína en nuestras uvas es como leer su historia: indica que han crecido en un entorno sano, que han madurado sin tratamientos agresivos y que están listas para transformarse en vino con alma.
Así que la próxima vez que veas esa bruma blanca sobre un racimo, no la limpies. Admírala. Es señal de vida, de equilibrio y de vino que empieza bien.